lunes, 3 de agosto de 2015

El honor perdido de nosotros, los imbéciles

Aquí de vuelta. Os dije hace un tiempo que tengo una biblioteca amplia, unos 3.000 ejemplares. Uno de ellos lleva por título "El honor perdido de Katharina Blum".  Lo escribió un alemán, Heinrich Böll en 1974, dos años después de recibir el Premio Nobel. Lo he vuelto a releer. Y lo he hecho porque me he dado una vuelta por Alemania. ¡Qué asco! El neofascismo es latente, los neofascistas están envalentonados y la chulería y la prepotencia con los extranjeros, sobre todo con los griegos y otros "sureños", como yo, está a flor de piel. No digamos con los turcos y los kurdos. La xenofobia se vive, se palpa, se huele. En dos cervecerías, dos, de dos ciudades distintas, vi a gente haciendo el saludo nazi sin que a nadie le extrañase. Eso y otras cosas. Así que os cuento por qué os hablo de un libro que tiene 40 años: porque es tremendamente actual.

En los años 70 actuaba en Alemania un grupo armado, la Fracción del Ejército Rojo (Rote Armee Fraktion, RAF, puede que algún día os hable de ella; se autodisolvió en 1998, por cierto). Es decir, lo que entonces y ahora el poder burgués (la derecha clásica y la otra derecha, antes llamada izquierda) considera "grupo terrorista". Sus acciones eran espectaculares, se mire como se mire. Y despertaban tanta admiración como odio. la mayoría de sus integrantes fueron cayendo poco a poco, incluso fueron "suicidados" por el Estado en la cárcel de máxima seguridad de Stammheim en 1977. Pocos, muy pocos, fueron quienes se pusieron a pensar, y a analizar, el por qué de la RAF en un país como Alemania. Los demás, como siempre, como en todos los sitios, se pusieron incondicionalmente al lado del poder, del Estado. Incluso cuando los presos de la RAF fueron "suicidados".

Uno de los pocos intelectuales que no tuvieron miedo del Estado fue Heinrich Böll, que publicó en 1972 un explosivo artículo sobre la RAF en el que no sólo defendía a la organización, sino que atacaba al terrorismo de Estado. Böll se centró en los medios de propaganda (antes llamados medios de comunicación) que destrozaron a un psicólogo de izquierdas que había alojado en su casa a algunos de los integrantes de la RAF.



Eso generó no sólo un escándalo mayúsculo, sino que provocó un alud de críticas de la gran mayoría de "intelectuales" hacia la postura de Böll. Pocos, muy pocos, decidieron callar y mantenerse al margen. Unos cuantos, menos que pocos, se posicionaron con Böll. Se podían contar con los dedos de una mano. Hace mucho tiempo que los "intelectuales" no son otra cosa que miserables vividores gracias a la chequera del Ministerio de Cultura, o a la chequera de los gobiernos regionales o autonómicos o a la chequera de los medios de propaganda. Así que atacar al Estado y a los medios de propaganda era como atacarles a ellos.

Böll era católico y sintió el rechazo de la iglesia católica. Fue acusado de criptocomunista. Y entonces, cuando quedó claro el papel de los "intelectuales", incluyendo a los supuestamente progres, empezó la campaña de los medios de propaganda (antes llamados medios de comunicación) contra él. Uno de los medios de propaganda que hizo una campaña más virulenta contra Böll fue el Bild-Zeitung. Así que Böll, que nunca se arrugó, escribió un libro, "El honor perdido de Katharina Blum", en el que dejó para la posteridad el comportamiento mezquino y miserable no sólo de los medios de propaganda, sino de los supuestos progres. Como espero que lo busquéis y lo leáis, sólo os comentaré la cita con la que comienza: "Las personas que se citan y los hechos que se relatan son producto de la fantasía del autor. Si ciertos procedimientos periodísticos recuerdan los del Bild-Zeitung, el paralelismo no es intencionado ni casual, sino inevitable". Y que la novela trata de cómo los medios de propaganda, en concreto el Bild, destroza no sólo el honor sino la vida de una mujer absolutamente normal, ni siquiera de izquierdas.

El Bild-Zeitung no es un medio de propaganda cualquiera. Tiene una tirada de 3 millones de ejemplares, es decir, más que todos los medios de propaganda escritos españoles juntos. Lleva toda la vida así. Lo penúltimo que ha hecho ha sido arremeter contra los griegos, como es de suponer, a quienes el calificativo más suave que pone es de "avariciosos". Pero ahora el Bild, y otros, andan aplaudiendo con las orejas la decisión de la Oficina Federal para la Protección de la Constitución  de investigar a una página web, Netzpolitik.org, por "traición a la patria" al revelar "secretos de Estado". Netzpolitik informaba el 25 de febrero y el 15 de abril de las actividades de la inteligencia alemana y de su control sobre los usuarios de las redes sociales. Las informaciones fueron utilizadas por Die Linke, La Izquierda, para solicitar información oficial al gobierno sobre ello y pedir una investigación en el parlamento que, por supuesto, se denegó.

Los servicios secretos alemanes son iguales que los españoles, los franceses, los portugueses o los de Marte, si les hubiese. El informe detalla cómo hay que activar cuentas, desarrollarlas, qué tipo de información dar, cómo llegar a internautas de entre 16 y 24 años, sobre todo, etc. Aquí tenéis un apartado sobre las "notas generales sobre el manejo de los medios de comunicación social" para uso de la policía de Berlín.



La página Netzpolitik contaba con todo lujo de detalles cómo está diseñada la vigilancia en línea y los planes para crear una unidad especial para "controlar los medios de comunicación social".

El espionaje de EEUU a todo el mundo, revelado por Snowden, ha sido olvidado. Los amigos no se espían, dijo Merkel, y ya está, ya pasó todo. Pero que unos desharrapados hayan puesto al descubierto cómo actúan los servicios secretos es traición. Eso ni se olvida ni se consiente. El neofascismo en Europa es, por ahora, blando, pero se va endureciendo a medida que la oligarquía va teniendo miedo. No mucho, algo, pero tiene miedo. Como en todas partes, el gobierno alemán apela a que lo que está haciendo es legal. No hay que olvidar que todas las políticas de Hitler estaban basadas, también, en la legalidad.

Así que, volviendo a Heinrich Böll, hoy podríamos escribir no un libro, sino cientos de tomos, con el título de "el honor perdido de nosotros, los imbéciles". Por comprar periódicos, ver la televisión, escuchar la radio. En definitiva, creer el cuento para niños, tantas veces repetido, de democracia, los valores occidentales, la libertad de expresión y tantas y tantas maravillas del capitalismo. Menos mal que Syriza y formaciones similares nos ofrecen otras alternativas. ¿A que pilláis la ironía?

Por ejemplo, Ahora Madrid (para los de otras latitudes es la coalición que ganó las elecciones a la alcaldía de Madrid, la capital del Estado español) ha tenido una feliz iniciativa: crear la página "Versión Original" para contrarrestar las mentiras y distorsiones de los medios de propaganda burgueses. Desde el primer momento fue criticada; tertulias y páginas de los medios de propaganda, incluyendo la Federación de Asociaciones de Periodistas de España, han dicho que tiene "un halo de censura". Y Ahora Madrid ha ido reculando hasta mantener la página, sí, pero ya sin citar a los periodistas mentirosos por sus nombres y limando todo lo posible la referencia a los medios de propaganda que mienten sobre las informaciones municipales. No hay que enfadar a tan poderosos señores.

Lo que hacen los medios de propaganda, y quienes en ellos trabajan, es traición a la ciudadanía (excepciones habrá, pero son eso, excepciones). Pero eso no importa porque la ciudadanía es imbécil. Ya lo dijo, también, otro alemán y también en los años 70, Herbert Marcuse: "los medios de comunicación, con su mezcla de verdades, medias verdades y mentiras manifiestas conducen a la inercia, a la sumisión y a la renuncia a cambiar".

El Lince

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